martes, 7 de abril de 2009

Redención en El Cairo

Por Álvaro de Campos

Al personal nativo que echa la tarde entre el té y la shisha en el café El Fishawy de El Cairo le suena como un presente muy remoto que en España haya habido un baile de corrales en los ministerios.

"A nosotros de su país lo que nos gusta es el fútbol", ataja Sadi, soltando por el hueco de los dientes un humo dulce, lento y prolongado. "El Barça, mi amigo. Real Madrid, my friend. Messi, Eto'o... Aunque en Egipto somos más de Kanouté... ¿Y tú?".

Acojonante. Uno venía tan sólo a cumplir con su rito de visitar cafés y otros mausoleos sentimentales, porque aquí en El Fishawy escribía Naguib Mahfuz, y se ve estableciendo vínculos con otro mundo por el puente colgante del fútbol. En esta calle del excitante bazar de Jan El Jalili palpita un mundo distinto, urgente y perezoso, ritual y disparatado que sólo encuentra el consenso pleno si alguien grita, por ejemplo: "¡Guti!".

Cometí una imprudencia con Sadi. Le dije que no me gustaba el fútbol. Uno no se debe sincerar de ese modo con quien tiene por corazón un balón de reglamento. Creo que le defraudé. Entre ambos se abrió de inmediato un abismo que no cerraba ni el recuerdo de novelas como El callejón de los milagros, del gran Mahfuz. No me atreví entonces a contradecirle. Lo expresaba como el que apuraba con las palabras arrastradas la última verdad por la que aún merece la pena vivir. Y ya no tuve el coraje suficiente para anunciarle que Zapatero incumplía su promesa de crear un Ministerio del Deporte, como prometió en la final de la Copa Davis. Esto rompería su fe en la Alianza de las Civilizaciones, y no estamos como para perder socios a chorros.

Sadi es de los egipcios que creen que nosotros tenemos en el Barça y el Madrid lo que ellos en las pirámides y Abu Simbel: una fuerza simbólica que nos constituye como un pueblo de herencias mágicas. Yo creo todo lo contrario, pero eso que ya lo he dicho. Aunque voy a incordiar un poco más, mientras un camarero con cara de árbitro doméstico me echa otro par de tientos del mismo té...

A mí que ZP haga o deje de hacer un Ministerio del Deporte me la suda. Puede que sea por mi parte una frivolidad. Incluso una inconsciencia. Pero es que me la trae muy floja. Y más aún si de ello se beneficia el fútbol, que es una de las industrias más indecorosas, sospechosas y opacas de cuantas hay en España dentro de la franja de lo concebido como legal. Pero a Sadi le hago un siete en el ánimo si le explico todo esto. Así que me callo.

Sadi está con su novia. Y cuando se levanta a mear ella me dice que si algún día se casan sabe cómo hecerle feliz por un día: con dos entradas para un partido en el Bernabéu y otras dos para el Camp Nou. El amor es una droga muy dura. Sadi regresa. "¿Y a ti por qué no te gusta el fútbol? Messi, Eto'o, Kanouté... ¿No crees que si hubiese más fútbol habría menos problemas?" No lo creo, Sadi, pero hoy digo que sí. Y si mañana hay partido en El Cairo, cuenta conmigo.

1 comentario:

  1. Es increíble. Sales de España (a Marruecos, sin ir más lejos) y ves que de dónde vienes sólo suena a Nadal, Gasol o Alonso, como antes a Butragueño.

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